lunes, 11 de marzo de 2013

Es una de las estatuas mas detestadas por los porteños. Posiblemente por eso la amo. Está en la intersección de  la herida 9 de Julio y la histórica Avda. de Mayo. Muestra el orgullo de las fantasías, la deformación de las realidades, el jinete montando un caballo fantasmagórico atacando molinos de viento, como lo hicieron tantos en la maravillosa e increíble Avda. de Mayo, donde se arroparon los más grandes escritores de la era dorada de las letras argentinas, donde se escurrieron aquellos que venían perseguidos por la guerra entre hermanos, como Federico García Lorca, re-estrenando sus obras en el mítico teatro Avenida. Y donde, aun hoy, se siguen reuniendo aprendices de brujos y héroes de barro, pero que se sienten importantes ocupando un lugar en el Tortoni, un bar que supo de otros tiempos y otra cultura. con su espada absurda cobijó a los representantes de los pueblos indígenas que al igual que el Quijote creyeron que podían blandir la lanza como los caballeros medievales reclamando lo que consideraban que era suyo y les fue arrebatado. Enhiesto  gallardo, a pesar de no haber conseguido nada, orgulloso de no ser indiferente a los que se rasgan las vestiduras proclamando a los cuatro vientos su fealdad, sin comprender que de tan feo es hermoso, hermoso por dentro y por fuera y yo, al menos, no podría imaginar una esquina del herido 9 de Julio y Avda. de Mayo sin su fantástica figura.

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